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La noción de identidad humana en la era de la inteligencia artificial

La antropología filosófica se ha ocupado tradicionalmente de la pregunta “¿Qué es el ser humano?”. Sin embargo, en la era de la inteligencia artificial (IA), esta cuestión adquiere una nueva dimensión: ¿Qué significa ser humano cuando las máquinas pueden simular funciones cognitivas y sociales propias del hombre? Este problema es relevante tanto desde un punto de vista ontológico como ético, pues afecta nuestra autocomprensión y las relaciones entre lo humano y lo artificial.

La identidad humana ha sido definida desde múltiples perspectivas. Desde la tradición cartesiana, el cogito establece que la autoconciencia es la base del ser humano. En cambio, el enfoque fenomenológico de Heidegger sitúa al hombre como Dasein, un ser que se proyecta en el mundo. En antropología filosófica, pensadores como Arnold Gehlen han visto al ser humano como un “ser de carencias” que se adapta mediante la cultura y la tecnología.

En este contexto, la pregunta es si la identidad humana sigue siendo exclusiva de los humanos o si podría extenderse a entidades artificiales con capacidades cognitivas avanzadas.

Con el avance de la IA, surgen sistemas que pueden simular lenguaje, creatividad y toma de decisiones. ¿Son estos procesos suficientes para hablar de una identidad artificial? Bernard Stiegler señala que la tecnología no es solo una herramienta, sino que modifica la propia naturaleza humana. Desde esta perspectiva, la IA podría transformar la identidad humana al redefinir nuestras interacciones, roles y autocomprensión.

Por otro lado, autores como John Searle (con su argumento de la “habitación china”) sostienen que la IA, por avanzada que sea, no posee intencionalidad ni subjetividad genuina, por lo que no podría considerarse un ente con identidad comparable a la humana.

Existen tres enfoques principales para abordar la cuestión de la identidad en la era de la IA:

Humanismo esencialista: La identidad humana sigue siendo única, basada en cualidades irreductibles como la autoconciencia y la experiencia fenomenológica.

Posthumanismo: La distinción entre humanos y máquinas es borrosa, y la identidad puede ser híbrida. Filósofos como Donna Haraway han defendido una visión en la que el ser humano no es un ente fijo, sino un “cyborg” en constante redefinición.

Enfoque pragmático: Lo que importa no es la esencia de la identidad, sino sus funciones y relaciones. Desde esta perspectiva, si una IA actúa como un humano, deberíamos considerarla como tal.

El problema de la identidad humana en la era de la IA no tiene una respuesta definitiva, pero muestra que nuestra autocomprensión está en constante evolución. La antropología filosófica debe replantear sus categorías para enfrentar un futuro donde la inteligencia no sea exclusivamente humana.

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