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La Automatización como Nuevo Canibalismo: Devorando la Humanidad Simbólica

Lévi-Strauss cuestiona la separación entre lo humano y lo inhumano mostrando cómo prácticas aparentemente bárbaras, como el canibalismo, no son ajenas a las estructuras simbólicas de la sociedad moderna. Esta perspectiva permite ver los mecanismos de exclusión y jerarquización que, bajo formas distintas, siguen operando en las sociedades contemporáneas. En este sentido, la automatización del trabajo es una nueva forma de canibalismo simbólico, en la que el sujeto humano es expulsado del proceso productivo y degradado a una existencia residual.

Desde las perspectivas de Marx y Engels, se podría argumentar que el desarrollo de tecnologías automatizadas —en lugar de liberar al ser humano— ha intensificado su deshumanización, al convertirlo en una figura descartable frente a la eficiencia técnica. El canibalismo moderno, entonces, no se ejerce sobre la carne literal del otro, sino sobre su función social, su dignidad productiva y su humanidad simbólica.

El canibalismo, en su dimensión ritual, puede entenderse como una forma de integrar o eliminar simbólicamente al otro. En las sociedades modernas, esas funciones se mantienen pero a través de mecanismos racionalizados: la medicalización, el encierro, la marginalización, la tecnificación. Las sociedades modernas también devoran a los otros —ya no como cuerpos, sino como funciones sociales.

En el contexto actual de automatización y digitalización del trabajo, vastos sectores laborales están siendo desplazados por algoritmos, robots y sistemas inteligentes. Esta transformación no es simplemente tecnológica: es profundamente antropológica, pues redefine el lugar del ser humano en la estructura social.

Aquí se introduce el diagnóstico de Marx y Engels, según el cual el trabajo no es una mera actividad económica, sino el medio por el cual el ser humano se humaniza: crea, transforma, se vincula, se reconoce. En el capitalismo, sin embargo, este proceso se invierte: el trabajo se convierte en una actividad alienante, y con la automatización, el sujeto queda excluido incluso de esa posibilidad.

El ser humano ya no es necesario como fuerza de trabajo —como valor de uso— y se convierte en un sobrante, en un residuo. Este sujeto desplazado es el nuevo “canibalizado” del sistema: ha sido devorado por la máquina, no en términos físicos, sino simbólicos y existenciales.

La relación entre el diagnóstico de Marx y el análisis de Lévi-Strauss permite comprender la automatización como un proceso de alienación total. En los Manuscritos económico-filosóficos, Marx describía cómo el trabajador se enajena del producto, del proceso, de su esencia y del otro. Hoy, ese proceso alcanza un nuevo estadio: la automatización le arrebata incluso su lugar en la maquinaria social, dejándolo sin función, sin reconocimiento, sin comunidad.

Esta es la forma contemporánea del canibalismo simbólico: la expulsión del sujeto humano del centro de la actividad productiva, la digestión de su rol histórico, la anulación de su voz en el proceso de construcción del mundo. Como en los sistemas de clasificación que analizaba Lévi-Strauss, lo no utilizable se margina o se destruye. En este caso, lo “no utilizable” es el ser humano frente a la eficiencia de la máquina.

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