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Trazos Periféricos: Revalorización de la Estética en los Márgenes de la Ciudad de México

La periferia de la Ciudad de México es un espacio lleno de contrastes, donde la estética y la filosofía del arte se manifiestan de maneras inesperadas. Estos márgenes urbanos, a menudo asociados con la marginación y la pobreza, son también cuna de una rica producción cultural que desafía los cánones tradicionales de la belleza y el arte. En este contexto, surge la necesidad de repensar la estética desde la periferia, entendida no solo como una disciplina que estudia el arte y la belleza, sino como una herramienta crítica que puede revelar las dinámicas de poder y las estructuras sociales que definen qué es considerado arte y qué no.

La estética tradicionalmente ha estado vinculada a conceptos como la belleza, la armonía y la proporción, valores que han sido en gran parte moldeados por la historia del arte europeo. Sin embargo, en las periferias de la Ciudad de México, estos conceptos se ponen a prueba frente a una realidad que no siempre encaja en los moldes establecidos. Aquí, el arte no se limita a las galerías o a los museos, sino que se encuentra en los murales de los barrios, en las intervenciones urbanas, en el grafiti y en el spoken word que expresan las vivencias de comunidades que han sido históricamente excluidas de la narrativa oficial.

Este tipo de manifestaciones artísticas nos obliga a reconsiderar la relación entre el arte y su contexto. La estética en la periferia no solo refleja la realidad social, sino que también la transforma. Las expresiones culturales que surgen en estos espacios son, en muchos casos, respuestas directas a las condiciones de vida en la periferia: la falta de servicios básicos, la violencia, la pobreza, pero también la solidaridad, la resistencia y la identidad comunitaria. En este sentido, la estética periférica no es solo un reflejo pasivo de la realidad, sino un acto de resistencia y afirmación.

Uno de los aspectos más fascinantes de la estética en la periferia es cómo reconfigura nuestras nociones de lo bello y lo feo. En el arte periférico, lo que tradicionalmente se ha considerado feo o vulgar puede adquirir una nueva dimensión estética. El grafiti, por ejemplo, a menudo visto como una forma de vandalismo, se transforma en un medio de expresión poderoso que da voz a quienes de otro modo no serían escuchados. Lo mismo ocurre con el spoken word, una forma de poesía oral que, aunque nacida en la periferia, ha logrado trascender sus orígenes para convertirse en un fenómeno cultural global.

Estos fenómenos nos llevan a cuestionar la hegemonía cultural que ha dominado el campo de la estética durante tanto tiempo. La hegemonía cultural, en este caso, se refiere a la imposición de un conjunto homogéneo de valores estéticos y culturales que reflejan los intereses de un grupo dominante, generalmente alineados con el centralismo urbano y las normativas culturales que tienden a blanquear o europeizar las expresiones artísticas. En el caso de la Ciudad de México, este centralismo ha promovido durante décadas una visión del arte que excluye o margina las expresiones culturales de la periferia, en favor de una estética más alineada con los gustos y valores de la élite cultural.

Sin embargo, la resistencia a esta hegemonía cultural está creciendo, y la estética periférica es una parte clave de esta resistencia. Al reclamar el espacio público como un lienzo para sus expresiones artísticas, los artistas periféricos no solo están creando arte; están también desafiando las nociones establecidas de lo que el arte debe ser. En este proceso, están redefiniendo la estética de una manera que es más inclusiva, más representativa de la diversidad cultural y más consciente de las realidades sociales que enfrentan las comunidades en la periferia.

Es importante reconocer que esta estética periférica no es homogénea. Al igual que la propia periferia, es diversa, multifacética y en constante evolución. Las distintas manifestaciones artísticas que surgen en estos espacios reflejan una amplia gama de experiencias y perspectivas, desde la denuncia social hasta la celebración de la identidad comunitaria. Sin embargo, todas ellas comparten un elemento común: la voluntad de desafiar las convenciones y de crear nuevas formas de entender y experimentar el arte.

La filosofía del arte y la estética deben adaptarse para poder comprender y valorar estas nuevas formas de expresión. No se trata solo de incluir el arte periférico en el canon existente, sino de reconocer que este arte tiene el poder de transformar el propio concepto de lo que es el arte. La estética, en este sentido, no es un conjunto fijo de normas y valores, sino un campo en constante cambio, que se nutre de la diversidad y de la capacidad del arte para sorprendernos y desafiarnos.

En última instancia, la estética periférica nos invita a reconsiderar nuestras propias percepciones del arte y la belleza. Nos recuerda que el arte no es solo un producto de la élite cultural, sino que también surge de las experiencias cotidianas de la gente común. En este sentido, el arte periférico es una forma de resistencia cultural, una manera de afirmar la propia identidad en un mundo que a menudo busca imponer una visión homogénea de la cultura.

Al reflexionar sobre la estética en la periferia, estamos también reflexionando sobre las dinámicas de poder que determinan qué se considera arte y qué no. Estamos cuestionando la hegemonía cultural que ha dominado durante tanto tiempo y abriendo espacio para una visión más plural y diversa del arte. En este proceso, no solo estamos redefiniendo la estética; estamos también contribuyendo a la creación de una cultura más inclusiva y equitativa, en la que todas las voces, independientemente de su origen o de su contexto, tienen un lugar.

La periferia de la Ciudad de México, con su vibrante y diversa producción cultural, nos ofrece una oportunidad única para replantearnos lo que significa el arte y la estética en el mundo contemporáneo. Nos desafía a mirar más allá de las categorías establecidas y a encontrar belleza en lugares donde quizás no habríamos pensado buscarla. Al hacerlo, no solo estamos ampliando nuestro horizonte estético; estamos también enriqueciendo nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos.

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