Un fundamento antropológico para imaginar una sociedad igualitaria
Debo admitir y advertir al lector que escribo este artículo pensando en que el tema es obsoleto, o quizá más con el deseo de que efectivamente lo fuera, ya que resulta irrisorio que ya en pleno siglo XXI aún existan betas de creencias que hagan necesario este tipo de aclaraciones y, como agraviante, que estas betas se encuentren anquilosadas en personas jóvenes. Esto lo digo justamente por el motivo que me llevó a pensar en este tema: Me encontraba conversando con mis compañeros de trabajo acerca de las diferencias sociales claramente marcadas que existen en la organización humana, lo que se deriva en la aparición de clases sociales y jerarquías, las cuales se establecen debido a las dinámicas económicas y sociales que existen dentro de la misma sociedad.
Esto nos llevó a preguntarnos ¿qué es lo que determina que un ser humano o un grupo de seres humanos pertenezcan a un grupo superior en estas jerarquías que existen dentro de la sociedad? Yo respondí que se debía a las condiciones materiales de los individuos y de los grupos sociales, a lo que mis compañeras estuvieron en desacuerdo, puesto que defendían que existían características biológicas innatas al individuo que lo hacían superior para desempeñar su papel en estos extractos superiores de la sociedad. En seguida yo contrargumenté que eso implicaba tener que afirmar que existían diferencias biológicas entre los seres humanos, y que estas diferencias podían constituir una superioridad objetiva, cosa que ha sido materia de debate a lo largo de la historia de la humanidad, la mayoría de las ocasiones en pro de justificar los actos más barbáricos de nuestra especie y que hoy en día este debate, por fortuna, está más que superado. Sin embargo, mis colegas seguían sosteniendo que, sin duda, existían estas diferencias.
Por supuesto que mi primera reacción fue de sobresalto, pues no me esperaba encontrarme con una posición tan controversial entre mis colegas de trabajo, que parecen no haber sopesado con completo cuidado las implicaciones éticas y sociales que su postura tiene. sin embargo, indagando más en la percepción de mis compañeras pude identificar un problema que afectaba directamente a su argumentación; parece ser que no habían establecido de forma clara la diferencia entre las determinaciones biológicas y las determinaciones genéticas, así como las implicaciones que tienen cada una. Definiendo con más cuidado estos dos términos, pude darme cuenta que su argumentación se basaba más bien en la genética y no en la biología como tal, y pude sopesar lo delicada e importante que es esta división.
A partir de esto quiero definir cuáles son mis intenciones con este artículo, las cuales son principalmente tres:
- Exponer la importancia de la diferenciación entre características que se determinan por causa de la biología y por causa de la genética.
- Esclarecer aquello que nos diferencia a nivel genético y sopesar si estas diferencias podrían determinar nuestro lugar en la sociedad, dejando fuera de la ecuación a las condiciones ambientales o materiales y basándonos solamente en las predisposiciones genéticas.
- Explorar cuál es la importancia que juegan las condiciones ambientales y materiales para el desarrollo cognitivo, social y físico del individuo y examinar en qué medida esto influye en su lugar dentro de la sociedad, para después poder discutir las bases en las que se debería establecer una sociedad que busque desarrollarse de la manera más conveniente posible.
Definir bien los campos
La biología es el estudio de todos los organismos vivos; esta ciencia parte de aspectos generales, puesto que se encarga de definir y estudiar las características más absolutas. De ella parte la otra rama de estudio que me interesa para este debate: la genética, estando esta, entonces, subordinada a la biología.
Si quisiéramos, por ejemplo, partir de la definición de Hombre para clasificarlo, tenemos que recurrir a la biología, la cual nos arrojaría la siguiente definición:
Nombre científico: Homo sapiens sapiens. Especie: H. Sapiens. Género: Homo. Dominio: Eukaryota .Clase: Mammalia .Familia: Hominidae. Reino: Animalia. (homosapiens. Wikipedia – 2024)
Dentro de esta definición podemos incluir a cualquier ser humano anatómicamente moderno, cuya aparición se debe haber dado hace aproximadamente 100,000 o 120,000 años, por lo tanto, esta definición funciona para cualquier miembro de la especie humana sin excepción ni diferencia.
En el pasado ya han surgido doctrinas y pseudo ciencias que han intentado demostrar que existen diferencias fundamentales entre los seres humanos a nivel biológico que nos hagan distintos a nivel cognitivo, tal es el caso de la frenología, por ejemplo, sin embargo, ninguna de estas ciencias ha logrado probar sus aseveraciones o probar que el estudio de las mismas aporta algún tipo de certeza científica.
Por otro lado ¿qué nos dice la genética?: La genética explica todo aquello que provoca que haya diferencias entre los individuos de una misma especie, siendo los aspectos genéticos heredados entre individuos los que determinan cosas como el color de la piel, el color de los ojos, la altura, la complexión o la predisposición a desarrollar ciertas habilidades de manera más o menos sencilla, entre otra diversidad de cosas.
Dicho esto, podemos concluir que la biología define los aspectos generales, aquello que nos hace pertenecientes a una especie. Por lo que se puede decir que, en cuanto al aspecto biológico, todos los individuos de una especie son iguales. Por otro lado, para la genética cada individuo es único, y cuenta con un sin fin de cualidades que lo diferencian del resto de individuos de una especie. A partir de esto entonces tenemos qué preguntarnos ¿es de estas diferencias genéticas de las que podemos deducir que un individuo humano o incluso un grupo de humanos sea superior a otro? ¿esta “superioridad” sería objetiva?
Umbrales de la genética
Estos aspectos genéticos que mencionábamos antes, efectivamente refieren a la predisposición innata de un individuo para contar con características específicas. Por lo que, si nos basamos solamente en esto, podríamos concluir que algunos individuos cuentan de forma innata con aspectos “positivos” o “deseables” y con aspectos “negativos” o “indeseables”. Por lo que se podría sugerir de aquí que existen individuos dotados con genes “superiores” o “inferiores”, estando determinado de forma innata su potencial como seres humanos. A esta postura en el campo de la antropología y de la biología se le conoce como “determinismo biológico”.
Tenemos entonces qué analizar el término “determinismo” con cuidado, sobre este punto, Steven Pinker en La Tabla Rasa lo aborda en los siguientes términos:
“En el sentido preciso en que los matemáticos emplean la palabra, un sistema «determinista» es aquel cuyos estados son causados por estados anteriores con absoluta certeza, no probabilísticamente. Ni Dawkins ni ningún otro biólogo en su sano juicio pensarían jamás en proponer que la conducta humana sea determinista, como si las personas debieran cometer los actos de promiscuidad, agresión o egoísmo siempre que surgiera la oportunidad. Entre los científicos radicales y los muchos intelectuales en los que ha influido, el determinismo ha adquirido un sentido diametralmente opuesto a su auténtico significado. La palabra se emplea hoy para referirse a cualquier pretensión de que las personas tienen una tendencia a actuar de determinadas maneras en determinadas circunstancias.” (Steven Pinker – La tabla Rasa Paidós p.186)
Lo que nos está diciendo Pinker con esto es que una especie de determinismo, tal cual se tendría que establecer para poder afirmar que los genes determinan las habilidades y características de un grupo o de un individuo, debería ser infalible en el cien por ciento de los casos, sin embargo, esto no es así, puesto que existen casos en los que el gen se encuentre presente en el individuo, pero el rasgo o la cualidad específica que propicia, no se presenta en él.
Esta característica de los genes desmonta entonces el determinismo, pues la carga genética no define las cualidades que se van a manifestar en la persona. A lo más que podríamos llegar es a conceder que se trata de una cuestión gradual, o de simple estadística; podríamos decir que, a lo sumo, un individuo con un rasgo genético (recordemos que puede ser tanto positivo como negativo) cuenta con una probabilidad de que este gen se manifieste.
Esta probabilidad de que el gen se manifieste se ve potenciada (o reprimida) debido a causas ambientales; una forma evidente de ejemplificar esto es cuando alguien hace una visita al médico, el cual le solicita su historial clínico y sus antecedentes familiares, esto no lo hace porque tenga ganas de conocer las afecciones de nuestros padres y nuestros abuelos, sino porque esta información resulta valiosísima para determinar la predisposición del paciente a desarrollar, por ejemplo, alergias, problemas del corazón, diabetes e incluso cáncer, aunque también resistencia a algunas enfermedades, o alta longevidad. Sabiendo todo esto el doctor, sabrá qué recomendarle al paciente, sobre qué cosas advertirle o incluso qué cosas prohibirle que pudieran disparar el riesgo de que estos genes malignos se manifiesten en él.
Lo mismo ocurre con los genes positivos en todos los aspectos de la vida: si un individuo tiene predisposición a desarrollar un excelente físico, ha de generar las condiciones óptimas para que ese gen se desarrolle plenamente, cosa que no ocurrirá en el caso de que no cree las condiciones óptimas para que su gen se manifieste, como puede ser una buena alimentación o un entrenamiento adecuado. Lo mismo ocurrirá con el resto de genes positivos que se pueden generar en el sujeto, incluyendo, por supuesto a las predisposiciones genéticas que tienen que ver con el desarrollo cognitivo pleno, como pueden ser un desempeño sobresaliente en matemáticas, en el desarrollo de destreza motriz, habilidades para la música, el arte, la política o las relaciones sociales. En todos estos casos es necesario que las condiciones medioambientales se presenten para el individuo. Habría que preguntarse qué hubiera sido de Mozart si jamás se le hubiera presentado un instrumento musical.
De modo que no todo se reduce a los genes, puesto que alguien que pueda no estar predispuesto genéticamente a desarrollar una habilidad o alguna cualidad, puede llegar a alcanzar un nivel óptimo en ella si es que se le presentan las condiciones materiales y ambientales adecuadas para ello. Sin embargo, no se puede demeritar la carga genética que impera en un individuo en su desarrollo, puesto que las condiciones genéticas están ahí y demeritarlas, creyendo a que todo se debe a las condiciones materiales y medioambientales, cayendo en un conductismo, sería una perspectiva reduccionista.
A esto se debe precisamente que ambas perspectivas para explicarse la naturaleza del ser humano sean falaces pues la perspectiva conductista lo reduce todo al medio ambiente: alguien cuya compleción no le permita desarrollar musculatura jamás (o muy difícilmente) podrá ser una eminencia en la halterofilia, pese a que cuente con el equipo de entrenamiento más avanzado y los suplementos alimenticios más costosos.
Así mismo, del lado del determinismo biológico, se reduce todo a las predisposiciones genéticas: alguien que haya nacido con un oído absoluto jamás (o muy difícilmente) podrá componer una sinfonía si no cuenta con los recursos para cultivarse en la música o, en el caso de la halterofilia, por poner un ejemplo más palpable, pensemos
en lo complicado que le sería desarrollar musculatura a un individuo que no puede alimentarse correctamente.
Este es el mismo problema que debió sortear Pinker para desmontar a la tabla rasa, puesto que debía demostrar que los aspectos culturales, como sociales, ambientales y genéticos determinan, todos en conjunto al individuo o, en sus mismas palabras:
“El medio es tan importante como los genes. Todo lo que los niños experimentan en su crecimiento tiene la misma importancia que aquello con que vienen al mundo.
Incluso cuando una conducta es hereditaria, el comportamiento de una persona sigue siendo producto del desarrollo y, por lo tanto, tiene un componente ambiental causal” (Steven Pinker – La tabla rasa p. 4)
Pese a todo esto, no hemos podido desenredar todavía los estigmas tanto positivos como negativos que conllevan las cualidades genéticas, puesto que de lo anterior dicho aún pudiéramos concluir que existen genes superiores a otros, y por ende, quien o quienes posean estos genes superiores se podrían considerar un ser humano superior y sólo habría que potenciarlos, sin embargo, esto no es así, pese lo evidente que pueda parecer a priori, puesto que los genes no son tan simples, claros y específicos en sus connotaciones positivas y negativas todo el tiempo; de hecho en la mayoría de casos pueden determinar cuestiones tan aleatorias que no se les podría adjudicar ningún juicio (positivo o negativo).
Los genes pueden determinar cuestiones tan aleatorias como gustos o costumbres triviales, pueden dotar al individuo de habilidades superiores en un campo y hacerlo deficiente en otro de la misma manera que alguien que posee genes que le hacen una eminencia en un campo, también posee genes que le hacen completamente incompetente en otro; sin afán de ofender y sólo con el fin de ilustrar mi punto pregúntese el lector si alguna vez Stephen Hawking pudo correr por sus propios medios los cien metros planos, o en la cantidad de Jugadores de futbol profesionales que han ganado el novel de física. Muchos cantantes, poetas o escritores resultan malos en matemáticas, científicos o matemáticos, brillantes en sus campos, rara vez triunfan fuera de sus áreas. La genética, como la misma vida, por lo regular no es tan simple, y dependen de tantos factores que aquél que pueda determinar de manera absoluta como positivas o negativas las características genéticas de un pueblo, etnia, grupo, sociedad o género humano, está cometiendo una tremendísima falta a causa de la ignorancia. Pues sí, efectivamente, somos distintos entre individuos y entre etnias, pero de una forma tan diversa y compleja que no estamos determinados por estas categorías tan parcas (genes superiores o inferiores).
En la grandísima mayoría de los casos, los genes no son ni superiores ni inferiores, los genes simplemente son o, una vez más en palabras de Pinker:
“Cualquiera que resulte ser su interpretación exacta, los descubrimientos de la genética conductual son altamente perjudiciales para la Tabla Rasa y demás doctrinas que la acompañan. La tabla no puede ser rasa si los distintos genes la pueden hacer más o menos inteligente, articulada, aventurera, tímida, feliz, escrupulosa, neurótica, abierta, introvertida, dada a la risa tonta, torpe en la orientación espacial, o proclive a mojar tostadas con mantequilla en el café. Para que los genes afecten a la mente de todas estas formas, ésta ha de disponer de muchas partes o características a las que los genes pueden afectar. Asimismo, si la mutación o la eliminación de un gen pueden determinar una habilidad cognitiva tan específica como la construcción espacial, o un rasgo de la personalidad tan concreto como la búsqueda de sensaciones, ese rasgo puede ser un componente diferenciado de una psique compleja.” (Steven Pinker – La tabla rasa p.86)
¿Como pensamos a la sociedad?
Pues bien; sí, los genes no pueden determinar el comportamiento ni las aptitudes de una persona y mucho menos de un grupo de personas, pero, pese a esto, podemos admitir que existen genes “útiles” y también genes “dañinos”. Lo más óptimo e inteligente que podríamos hacer entonces a nivel de nuestra organización social sería propiciar las condiciones para que los genes “útiles” se manifiesten y los “dañinos” se canalicen hacia otros aspectos de la vida donde puedan desarrollarse de una manera más edificante, esto en el caso de los genes que pueden propiciar comportamientos negativos como la inclinación hacia la violencia o la ira, es decir, si en alguien existiese la predisposición a la violencia se le pueden ofrecer las condiciones para que se convierta en un protector para su comunidad. Si la tendencia se inclina hacia la ira se le puede canalizar hacia algún deporte que le pueda servir como válvula de escape para esta tendencia. Lo equivocado sería en todo caso ignorar que existen estas tendencias o pre disposiciones en algunos seres humanos, pues ignorarlo nos alejaría de poder entender a las sociedades y nos imposibilitaría para generar las condiciones propicias para que los individuos se desarrollen plenamente o, como lo menciona Richard Wrangham en uno de sus artículos:
“Una vez que se comprende y admite que los machos humanos en particular tienen una abominable predisposición a dejarse llevar por el entusiasmo, a consentir en la guerra, las violaciones o los impulsos asesinos, a sentirse estimulados por las oportunidades de involucrarse en interacciones violentas, es posible empezar a reconocerlo en uno mismo y hacer algo al respecto. Es mejor no esperar a que la experiencia nos diga que sería aconsejable tener un ejército permanente para protegernos de los vecinos, o que es necesario cuidar de que las mujeres no se vean expuestas al peligro de violadores potenciales. Es mejor prever estas cosas, reconocer el problema e idear una protección de antemano.” (Richard Wrangham – La evolución de la cocina)
Lo que el autor nos dice en este fragmento es que el entendimiento adecuado de nuestra genética y de nuestra biología es el único camino para poder entender los problemas sociales de la humanidad de forma plena, comprendiéndolos desde sus bases y no solo desde sus consecuencias. Sería una completa equivocación, por ejemplo, afirmar que un pueblo es peor en matemáticas que otro de forma nata, sin entender las diferencias materiales que se les presentan a cada uno. O incentivar
nuevas tecnologías que busquen identificar y detener a criminales en potencia por medio de rasgos físicos que se presenten en una persona antes que intentar o siquiera entender cómo se podrían eliminar las condiciones sociales que propician que un individuo cometa un delito.
De igual forma se deben procurar las condiciones óptimas para el desarrollo de las predisposiciones genéticas que traen consigo aspectos positivos y, puesto que estos aspectos pueden variar de maneras muy amplias, ya que se pueden presentar en campos tan distintos y diversos como el de la música, la literatura, la danza, la cocina, las matemáticas o las ciencias sociales, se debe apostar por garantizar las condiciones materiales y ambientales para que todo individuo se desarrolle de forma plena, puesto que no bastaría garantizar estas condiciones sólo en algunos campos, ya que no se puede elegir sobre qué campos fomentar el desarrollo del individuo, puesto que nos encontraríamos con la imposibilidad de definir qué campos son mejores que otros.
Garantizando el pleno desarrollo de todo individuo es como se podrá lograr, y solamente así, el alcanzar una sociedad saludable y plena. Esta garantía sólo se puede alcanzar por medio de la igualdad material y social, parámetros en los que se deberían fundamentar las sociedades modernas. Hoy en día, con los avances en el conocimiento antropológico, biológico y genético, la humanidad ya no se puede dar el lujo de fracasar en el pleno entendimiento de las sociedades y de la complejidad de las causas que provocan la miseria humana, los tiempos de dar soluciones simplistas a problemas complejos se han terminado.
Bibliografía:
Definición de “Homo Sapiens”: https://es.wikipedia.org/wiki/Homo_sapiens
La tabla rasa – Steven Pinker
Paidós 2024
La evolución de la cocina – Richard Wrangham El nuevo humanismo
Kairós 2007
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