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Filosofía de la vida, muerte como metamorfosis

Resumen ¿Cuál es el sentido de la muerte?, ¿por qué prepararnos para ella?, ¿Cuál es la relación de la muerte con la vida en sí?, Estas preguntas son una incógnita que resulta difícil, sino es que imposible de descifrar, no obstante, en el presente ensayo voy a darles respuesta a base de mi propia perspectiva sobre el tema, apoyándome de la opinión de algunos filósofos reconocidos, puesto que el ser humano viene a ser un ser vivo pensante que razona el cómo va a vivir y también el cómo va a morir, es decir decide sobre su vida y cuestiona su muerte. Porque la vida es luz y la muerte es oscuridad. Sin embargo, sabemos que la muerte es un hecho y que nos ocurrirá en algún punto de nuestra existencia. Palabras clave: muerte, vida, existencia. Reflexionar sobre la muerte es pensar sobre la vida, pues ciertamente es aquí cuando termina y a la mayoría de personas les aterra su muerte porque en vida se han creado un paradigma de acuerdo a creencias ya sea religiosas, culturales, morales o filosóficas, lo cual cambia su manera de percibir el sentido de la muerte. Mucha gente cristiana cree que existe algo más allá de la muerte y que según su acción en vida dependerá su futuro en la muerte, creen en el paraíso y el infierno, en otras vidas. Pero siendo realistas nadie sabe qué pasa después de que fallecemos. La muerte humana es el fin de todo hombre, aunque no sea deseada. “El animal conoce la muerte tan solo cuando muere; el hombre se aproxima a su muerte con plena consciencia de ella en cada hora de su vida. Schopenhauer en Los Dolores del mundo) (Arthur La muerte es incertidumbre, es una cuestión que las personas no se acostumbran plantear por miedo a lo que va a pasar después, algunos ni siquiera tienen presente su muerte pues le causa desesperación inclusive horror este tema. Casi nadie quiere morir, pero no por miedo a la muerte en sí, sino por el pavor de no saber qué viene después, por sus creencias, por sus recelos, ¿qué hay más allá?, ¿seguridad?, ¿tranquilidad?, ¿Paz eterna?, ¿descanso espiritual?, ¿Dios? ¿el cielo?, ¿el alma?, ¿castigo?, ¿el infierno? ¿el paraíso? ¿sufrimiento, tristeza, reencarnación, gloria? ¿nada? ¿Y qué tal si todo es fantasía? Lo cierto es que no hay vida sin muerte y no hay muerte sin que haya existido vida, al menos así lo comprendo yo. Es irónico que cuando se padece una enfermedad terminal y se sabe que la muerte es más próxima, la persona ve la vida de otra manera y evidentemente cuando uno se encuentra sano nunca piensa en la proximidad de su muerte, de hecho, prefiere no hacerlo y creer que su vida se postergará por tiempo indefinido, claro esto depende de la cultura, edad e idiosincrasia de cada individuo. Cuando se es consciente de la muerte se puede planear y administrar la vida pues la visión de que no somos eternos, y el estar vivo es efímero, nos da una oportunidad de hacer algo antes de que nos llegue la arrebatadora muerte. Podría decirse que la vida es un todo lleno de posibilidades, alegrías, experiencias y recuerdos y la muerte es la nada, la limitación, un vacío, el fin impredecible e inevitable, un misterio del futuro. El ser humano busca aplazar su muerte lo más que se pueda y se crea esperanzas, dogmas, ciencias, experimentos e imposibilidades para evitarla. Es una cuestión enigmática inminente que nos genera preocupación e incertidumbre, nos hace reflexionar sobre nuestra propia vida, pues la muerte es parte de nuestro ser y debemos ser conscientes de ella para poder vivir libres, ser conscientes de que un día vamos a morir y antes de que eso pase, debemos disfrutar y aprovechar nuestra vida, gozar cada momento del tiempo, mientras podemos. Cada persona ve de distinta manera la muerte, no es lo mismo para un enfermo mental, que para una persona en su sano juicio. Un suicida por ejemplo busca la muerte porque no quiere o no entiende la vida, tal vez porque le da pavor o ansiedad, lo abruma y se desespera. En cambio, una persona saludable abraza y ama la vida porque teme a la muerte, no la quiere, tiene una esperanza. Así la visión de la muerte dependerá mucho de cómo veamos la vida. En este punto de la historia, la vida y la muerte se someten a los factores ambientales, políticos, culturales y sociales; puesto que en otras épocas y culturas o civilizaciones existían los sacrificios, los castigos, las penas de muerte por ejemplo en la inquisición o en la Edad Media incluso las guerras, pero hoy en día a pesar de los Derechos Humanos nos encontramos ante factores de la naturaleza que condicionan la muerte y la vida como las epidemias, los desastres naturales que nos hacen más que vivir, sobrevivir y vencer para salvarnos de la muerte. Al querer prolongar la vida más allá de la muerte, surge la creencia de que el alma se eleva y sobrevive en otro mundo fuera del cuerpo, esto genera cierta ilusión de recuperar lo que en vida no tuvimos, no logramos o perdimos, nada nos preocupa porque descansaremos en paz por haber llevado una vida libre de lo que según el cristianismo se considera como pecado. Sin embargo, yo considero que es mejor estar preparados ante la muerte, porque tal vez es lo único real. Mucha gente ve a la muerte como un enemigo porque es cuando se le arrebata lo más preciado que se tiene que es la vida y el hecho de que la finitud venga a destruir todo lo que se ha construido, soportado y logrado, todo el esfuerzo demuestra vida se considera como lo peor. Diversos filósofos coinciden en que no hay sentido en el temor hacia la muerte porque después de la muerte ya no sentimos y por lo tanto no vamos a sufrir frente a la ruptura, quiebra o caída al vacío poéticamente. Pero el hecho de que “nos llegue la hora” no debe ser necesariamente una angustia sino una seguridad. “Acostúmbrate a pensar que la muerte para nosotros no es nada, porque todo el bien y todo el mal residen en las sensaciones, y precisamente la muerte consiste en estar privado de sensación. Por lo tanto, la recta convicción de que la muerte no es nada para nosotros nos hace agradable la mortalidad de la vida; no porque le añada un tiempo indefinido, sino porque nos priva de un afán desmesurado de inmortalidad”. (Epicuro en Carta a Meneceo) “Temer a la muerte no es otra cosa que creer ser sabio sin serlo, pues es creer que uno sabe lo que no sabe. Pues nadie conoce la muerte, ni siquiera si es, precisamente, el mayor de todos los bienes para el hombre, pero la temen como si supieran con certeza que es el mayor de los males. (Sócrates en Apología) Si uno está consciente de que va morir algún día, tiene todas las armas para ganar en esta vida para aprovecharla lo mejor que pueda, si el caso fuera no saberlo, eso sí sería una desgracia pues al no tener un límite, no terminaríamos nada, seríamos indiferentes al dolor, haríamos daño sin arrepentirnos. Ver la muerte de otros en especial de quienes nos son cercanos causa emociones de dolor, angustia, tristeza y sufrimiento, sentimos que se nos arranca algo propio, llega como una pérdida que no se espera, sea ajena o incluso propia. En ciertos aspectos se parece a la vida porque nadie nos pregunta si queremos nacer y nadie nos avisa cuándo vamos a morir. Ambas etapas son altamente espontáneas e impredecibles. Entonces considerar nuestra muerte y nuestra vida como propias si bien nos puede asustar, también nos da la libertad de ser nosotros mismos, hombres y mujeres individuales que antes de morir tienen ciertos ideales y pensamientos ejecutan hechos, dejan legados para cuando ya no estén, ser recordados y seguir metafóricamente “vivos” en nuestras acciones, en nuestro paso por este mundo, es el poder de encontrar nuestro yo en el presente, para que no nos abrume el pasado y no nos olviden en el futuro. Preocuparse por la muerte tiene sentido si no se convierte en una obsesión o enfermedad, pues sirve para prevenir y anticipar la plenitud de nuestra vida, la tranquilidad y la serenidad para no irnos sin cumplir lo que anhelamos. Por eso el tiempo es vida y la muerte es la ausencia irreversible del mismo. En conclusión, la muerte nos mantiene con actitud evasiva, de huir, de escapar a este hecho, aunque sea natural y parte de la biología. Queremos luchar contra ella para conservar nuestra y mantener nuestros deseos y empresas, nuestras esperanzas, aliento, ideas, nuestro yo único e irrepetible pero siempre momentáneo, fugaz, eso es lo que le da el toque bello a la vida, como las estrellas que brillan un tiempo y luego se extinguen, pero en el lapso que existieron, dieron luz y esplendor al universo, así el humano busca en el remoto tiempo de vitalidad que tiene iluminar el mundo, crear, innovar, trascender antes de irse parte de la historia y lograr la inmortalidad en la memoria de una sociedad antes de quedar en la completa oscuridad de la muerte.

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