La cosmogonía de Heráclito de Éfeso
Pretendo proponer una interpretación sobre la teoría de Heráclito, no pretendo hacer una interpretación definitiva que encierre, por así decirlo, al “verdadero” Heráclito. Mi compromiso es pensar eso que es el ser para Heráclito y para ello intentaré cuanto esté a mi alcance. Comenzaré insinuando que la supuesta oscuridad atribuida a la obra de Heráclito (por lo menos a los fragmentos que se le atribuyen) se debe quizá a la radicalidad de su teoría. Heráclito perseguía la gran tarea de contestar a la cuestión de qué es lo que hay, es decir, en las cosas, de lo que se encuentra en el fondo de ellas y las define como tales, esto es, su ser. Pienso que en la base de su cosmogonía está la pregunta por el ser y en lo que sigue trataré de dilucidarlo. También intentaré distinguir una serie de sus postulados, por ejemplo: el principio cósmico, la ley del devenir (flujo y movimiento), los contrarios y, aunado a esto, la radical e inadmisible unidad de todo lo que es.
Asimismo, es menester aclarar (antes que todo), que la noción de Heráclito sobre el ser es experimentada de manera muy oscura, y cuando al fin es nombrado por él [el ser] no acaba de mostrarse por completo. Creo que en distintos fragmentos Heráclito intenta nombrar el ser, aunque siempre con renovadas palabras: “el uno”, “el logos”, “la armonía”, “la guerra”, “la unidad de los contrarios”, “la physis”, “el relámpago”, “el fuego”, etcétera. Y a pesar de que es inevitable no pensar en el “mito” en medio de ese lenguaje, hay, sin embargo, la impresión de que Heráclito nos da cuenta de un gran descubrimiento de la naturaleza con esas palabras.
También es necesario hacer notar que Heráclito parece experimentar con ese lenguaje algo que reúne a todas las cosas y por eso mismo son un “todas”, y hacen de ellas un “uno”. Eso mismo, que es único, creo que es nombrado por Heráclito en formas muy variadas y es por eso que esas palabras, aunque probablemente apuntan a lo mismo, lo abordan, sin embargo, desde diferentes puntos de vista. A continuación, iré mostrando fragmentos y aspectos de fragmentos que me ayudarán a establecer lo que ya he dicho y, quizá, establecerlo de manera coherente con el pensamiento propio de Heráclito.
Partiré del fragmento 209, para ilustrarlo mejor, cito: “No comprenden cómo esto, dada su variedad, puede concordar consigo mismo [literalmente, como esto, estando separado, puede reunirse consigo mismo]: hay una armonía tensa hacia atrás, como en el arco y en la lira.” G.S. Kirk y J.E. Raven (1983). Notemos que expresa una separación vacilante cuando dice: “no comprenden…”. Tal parece que señala de ignorantes (o de dormidos, como dice él mismo en otro lugar) a algunos en contraposición con los sabios (o los despiertos). Observemos que prosigue afirmando que lo que no comprenden esos (los dormidos), es la armonía de tensiones opuestas, como las del arco y la lira. Para Heráclito es sumamente interesante lo que va (aparentemente) en direcciones opuestas. Algo que a simple vista parecería contradictorio en sí mismo, disyuntivo o distendido, es para él más bien unidad y armonía.
En otro sentido podemos discurrir de aquí al postulado de los contrarios porque la cualidad de los sabios radica en comprender eso mismo, la unidad de los contrarios. Es evidente que su noción del ser reúne los opuestos estando en ambos. La idea general, pienso, es que lo que parece que va en dirección opuesta, lo que representa adversidad o, en general, aparente contrariedad, es, en realidad, acorde consigo mismo y está unido interiormente. En este sentido lo contrario está de acuerdo consigo mismo en tanto que queda oculto a los ignorantes que no logran penetrar el ser invisible y no manifiesto que puede ser el todo de lo universal, del universo.
Vinculado a la noción de lo universal, Heráclito hace pensar constantemente en esta ley que escapa siempre a los hombres, tanto [antes de oír como después de oír]. Esa ley de la que habla Heráclito es la norma que opera y rige todo. Dicha ley está siempre igual, a diferencia de lo que existe y está continuamente cambiando. El logos, el orden, es la ley a la que se refiere y que posee el don de la eternidad, puesto que ha existido siempre, existe y existirá. Sin embargo, recordemos el fragmento 218, donde dice: “La auténtica naturaleza de las cosas suele estar oculta.” G.S. Kirk y J.E. Raven (1983). Nótese del fragmento que, a pesar de destacar la naturaleza oculta particular de cada cosa, afirma, sin embargo, su modo de ser. Ese modo de ser es una cuestión de gravedad: “el ser tiene que pasar inadvertido”. El fragmento parece ser un manifiesto a [la] phýsis y habla de que no la vemos, y no la vemos en el sentido o de que escapamos a ella o escapa a nosotros.
Otro fragmento que me gustaría traer a colación es el 207, dice: “Una armonía invisible es más intensa que otra visible.” G.S. Kirk y J.E. Raven (1983). Según vimos en el párrafo anterior, se nos escapa o escapamos a la naturaleza oculta de la naturaleza. Sin embargo, la distinción en el presente fragmento refiere a dos clases de armonía: la invisible (la que no se manifiesta), y la visible, la manifiesta. Naturalmente, lo uno y lo otro (fragmento 218 y 207) refieren a lo “armónico” en tanto que la naturaleza oculta particular de cada cosa atiende a (o se identifica con) la armonía invisible que resulta más intensa.
Ahora bien, las cosas que son, y que son tales o cuales, “ajustan” unas con otras para formar un cosmos. Sin embargo, la armonía es no sólo constituida por las cosas “indiferentes”, sino como con los opuestos, es movilidad y mutación. A este respecto, valga la citación del fragmento 211, “Conviene saber que la guerra es común (a todas las cosas) y que la justicia es discordia y que todas las cosas sobreviven por la discordia y la necesidad.” G.S. Kirk y J.E. Raven (1983). En sentido estricto, la guerra de la que habla Heráclito no es la guerra destructora, sino aquella diferente de la paz, y que unida con ella, se hace fecunda. Es necesario tener presente que el ser para Heráclito es también devenir y mantenerse deviniendo. Tal vez el conflicto y la oposición, en sus formas más variadas, refieren un proceso cíclico cósmico. A propósito de esto también conviene recordar que su noción del fuego, lo mismo que su noción del rayo, es en el sentido de un fuego dotado de inteligencia. Igualmente del rayo, diría que su impresión del mismo apunta a su propiedad [de] ser luz, ser luminoso, lo mismo que el fuego. Tenemos que tener presente que Heráclito circunda el límite entre el mito y la filosofía y que por ello sus representaciones y su lenguaje están tomados del mito. Así, cuando habla del fuego y habla de la phýsis como de un fuego (fragmentos 219 y 220), lo hace como si se refiriera a una presencia esplendorosa y como si se tratase de un acontecimiento siempre en vilo y en constante devenir y reafirmación.
En otras palabras, no es que el “fuego” simboliza el ser, sino que el ser mismo es fuego en su sentido constitutivo e inadmisible, lo mismo que el rayo, que siendo luz todo lo penetra y todo lo habita.
En suma, el filósofo Heráclito toma el fuego como metáfora de lo absoluto. Sin embargo, he dejado al final la cuestión porque es la más llamativa a mi parecer. Pues cuando hace aparecer al fuego como elemento básico del mundo, hace igualmente, o parece hacer, analogía entre la continuidad entre mortales e inmortales. Identificar el fuego con dios, o con lo mortal y lo inmortal, digo, apunta a cierto proceso cíclico de la vida. Es decir, parece decir que es ley natural resucitar a otro tipo superior de vida de aquel de que se parte. Así, en virtud de las transformaciones cíclicas del fuego, es ley natural resucitar de tipos de vida inferior que han de morir para resucitar a otro tipo superior de vida. En fin, si Heráclito usó o no la palabra para referirse a cualquier totalidad, parece evidente que sí se refería a la estructura íntima del mundo en virtud de la cual es lo que es. En este sentido Heráclito confiere valor al hecho mismo de la oposición, esto es, la idea de que solo la tensión entre los elementos opuestos los unifica a niveles superiores, crea una estructura en la que el todo es algo más que la suma de las partes, y cuya unidad consiste precisamente en esa relación.
BIBLIOGRAFÍA
G.S. Kirk y J.E. Raven. (1983). LOS FILÓSOFOS PRESOCRÁTICOS. España: GREDOS
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