La filosofía de la historia de Friedrich Nietzsche
Se describe a Nietzsche como un hombre solitario y desafortunado, conocido como el “filósofo de la tragedia”. Nietzsche comprendía que el hombre vive inmerso en la historia y, por lo tanto, no es feliz. Desde joven, mostró interés por la Grecia Antigua, lugar donde la tradición afirma que nació el pensamiento occidental y la historia como investigación y conocimiento. Para los antiguos griegos, la historia se basaba en la observación y el estudio de lo empírico y visible.
Nietzsche tomó conceptos clave de Jacobo Burckhardt, quien, influenciado por Schopenhauer, afirmaba que la historia no garantiza un futuro mejor ni el progreso de la humanidad. Ambos compartían la idea de que el pasado puede tener tantas verdades como perspectivas individuales. Burckhard identificaba tres factores en la historia: estado, religión y cultura. Los dos primeros moderan los impulsos individuales, pero también imponen cohesión y sometimiento. La cultura, en cambio, surge de la creatividad y promueve la libertad. Tanto Burckhardt como Nietzsche abordaron la historia desde una perspectiva artística, el primero a través de la pintura y el segundo por medio de la música. Nietzsche tomó el pesimismo de Burckhard, y por ende el de Shopenhauer, y lo estructuró racionalmente para analizar la problemática histórica desde un enfoque psicológico.
Algunas de las ideas más contundentes de Nietzsche fueron formuladas primero por el historiador francés Ernest Renán. Renán escandalizó a las comunidades católicas con su trabajo sobre los orígenes del cristianismo, afirmó que Dios no existe, y que una revolución en el pensamiento y la ética debía ser impulsada por hombres superiores.. En su obra “Vida de Jesús”, Renán presentó a Jesús como una figura extraordinaria que arriesgó todo por su vocación. Renán creía que el progreso cultural era obra de una minoría selecta y rechazaba la igualdad y los ideales democráticos, considerando que las masas adoran a los hombres excepcionales como si fueran dioses.
La primera obra publicada de Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, publicada en 1872, se originó a partir de sus estudios sobre los griegos, pero se centró en el espíritu trágico de Grecia. Nietzsche dedicó el libro a Wagner, a quien admiraba y consideraba un precursor. Wagner, aprovechando la admiración de Nietzsche, lo influyó para que reconstruya sus ideas en favor de su propia obra musical. Años después, Nietzsche lamentaría que Schopenhauer y Wagner afectarán su trabajo, aunque nunca dejó de admirarlos. Los estudiosos coinciden en que esta obra refleja todas las ideas centrales de Nietzsche, aunque las desarrolló también en otros escritos.
En “El ocaso de los ídolos”, Nietzsche presenta su visión radical de la historia, cuestionando las creencias tradicionales sobre el pasado y rechazando la idea de que éste ofrezca una única verdad. En su capítulo “Historia de un error”, Nietzsche diferencia dos enfoques para reflexionar sobre la historia: uno que busca imponer una verdad universal y eterna, y otro que celebra la diversidad de perspectivas, afirmando la vida.
Nietzsche argumenta que el “error” comenzó con los filósofos griegos Heráclito y Parménides. Heráclito veía el mundo como un constante cambio, donde los opuestos, como salud y enfermedad, eran esenciales para la existencia. Su concepto de unidad en la diversidad fascinó a Nietzsche. Por otro lado, Parménides postulaba que sólo el Ser es real y que el cambio es una ilusión. Esta idea de la permanencia y la razón como base del conocimiento no fue compatible con el pensamiento de Nietzsche.
Heráclito veía la realidad como un continuo devenir, es decir, cambio y proceso, mientras que Parménides identificaba la realidad con el Ser, permanente y único, influenciando a Platón. Nietzsche se alineaba con Heráclito, afirmando el devenir y rechazando la idea del Ser. Para él, Heráclito representaba el mundo real, caracterizado por el cambio, las contradicciones, el dolor y la muerte, en contraste con la tradición occidental, basada en Parménides y Platón, que buscaba una verdad única a través de la razón. Esta inversión de valores por Nietzsche marcó una ruptura con los principios que habían sustentado Occidente durante dos mil años.
En la obra de Nietzsche se pueden distinguir varias críticas hacia las formas de estudio de la historia:
Historia monumental, imitar el pasado, idealiza el pasado y se enfoca en imitar a figuras excepcionales. Esta perspectiva, propia de individuos destacados, aísla a los creativos y ambiciosos, dejándolos desconectados de la mayoría conservadora. Aunque estos personajes buscan fama y grandeza, este enfoque distorsiona la realidad, presentando el pasado de manera exagerada y romántica. Aunque se puede aprender de los ejemplos del pasado, la tendencia a simplificar y ajustar los hechos a una fórmula generalizada hace que estas lecciones pierdan valor, ya que lo que ocurrió una vez no puede repetirse de la misma manera en el presente.
Historia anticuaría, someterse al pasado, se enfoca en preservar y venerar el pasado, proporcionando seguridad a las personas conservadoras que desconfían de lo nuevo. Este enfoque valora lo antiguo simplemente por su antigüedad, aferrándose a tradiciones obsoletas y frenando la creatividad y la innovación. Nietzsche señala que los seguidores de esta actitud están anclados en tradiciones y costumbres, lo que les impide avanzar o cambiar. Aunque ofrece consuelo y seguridad, especialmente a quienes carecen de grandes dotes creativas, esta perspectiva histórica limita el desarrollo y ahoga cualquier impulso de exploración o transformación.
Historia crítica, romper con el pasado, se basa en la idea de que todo pasado merece ser condenado y cuestionado, ya que considera que las realizaciones humanas son frágiles y defectuosas, condena el pasado sin reconocer la influencia de las generaciones anteriores en el presente. Sus defensores examinan el pasado sin piedad, argumentando que no tiene derecho sobre el presente y que todo lo que nace debe desaparecer. Sin embargo, Nietzsche advierte sobre los peligros de este enfoque, ya que los seres humanos son productos de sus generaciones anteriores, incluidos sus errores y crímenes. A pesar de los intentos de olvidar, la memoria persiste, y el pasado siempre influye en el presente, lo que hace imposible liberarse completamente de esa herencia.
Nietzsche propone también dos enfoques para abordar el pasado: la prehistoria, asociada a una actitud conservadora y estática, y y la historia, que es dinámica y orientada hacia el futuro. Mientras que los individuos con mentalidad prehistórica se aferran a la tradición, aquellos que adoptan un enfoque histórico buscan crear y transformar. Sin embargo, esta búsqueda creativa del individuo a menudo choca con la comunidad, que puede ser vista como un rebaño.
Nietzsche defiende el individualismo, citando a la cultura griega como un ejemplo de originalidad y creatividad. EN El nacimiento de la tragedia, argumenta que los griegos lograron una fusión entre los elementos apolíneos, representados por Apolo, el dios de la luz, del equilibrio y del orden, y los elementos dionisíacos, personificados por Dionisio, el dios del éxtasis y la pasión. Mientras Apolo simboliza la sensatez y la tradición, Dionisio encarna el impulso vital y el instinto, sugiriendo que, detrás de la aparente moderación griega, se oculta una intensa vitalidad y pasión.
Nietzsche expresa un profundo escepticismo hacia el presente y la ciencia, considerándola una ilusión que ciega a Europa. Crítica a una nueva generación de científicos, a quienes ve como mediocres y carentes de instinto creador, interesados solo en la utilidad inmediata y el reconocimiento. Su desdén se extiende a los historiadores académicos, que, en lugar de enfocarse en el presente, se pierden en un pasado irrelevante y adoptan una postura impersonal. Nietzsche lamenta la falta de autenticidad y compromiso en sus trabajos, sugiriendo que la era se caracteriza por una conciencia irónica que oculta la realidad.
Advierte sobre una crisis inminente en el mundo occidental, ya que fuerzas primitivas y salvajes amenazan con llevar a Europa hacia una nueva epoca de barbarie. La industrialización y el militarismo reprimen la creatividad individual, creando una mediocridad uniforme. Nietzsche se cuestiona si es posible rescatar al ser humano de esta deriva hacia la nada y si puede ofrecer alguna solución sustancial ante esta crisis.
En su obra aborda diferentes enfoques sobre la historia y su relación con el individuo y la comunidad. En El nacimiento de la tragedia, reflexiona sobre el espíritu trágico de los griegos, destacando la influencia de Heráclito, quien entendía la realidad como un proceso en constante cambio, y Parménides, quien la identificaba con un Ser permanente. Nietzsche se identifica con la perspectiva heracliteana y critica la tendencia a romantizar el pasado y la historia monumental, que favorece a los individuos excepcionales a expensas de la creatividad colectiva.
En cuanto al presente, Nietzsche expresa un profundo escepticismo hacia la ciencia y los historiadores académicos, a quienes considera mediocres y desconectados de la creatividad. Advierte sobre una crisis en el mundo occidental, amenazada por fuerzas primitivas y la uniformidad de la mediocridad que inhibe el potencial creativo. En este contexto, Nietzsche cuestiona si el desarrollo de la capacidad humana ha llegado a su fin y si hay alguna forma de evitar que el ser humano caiga en la nada
Nietzsche propone una visión dinámica de la historia, en la que el individuo debe confrontar el pasado, aprender y desligarse de él para poder continuar con su existencia sin pesar alguno y la comunidad debe liberar su creatividad y encontrar un nuevo sentido en la vida, todo mientras enfrenta los desafíos de su presente.
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