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Ludwig Wittgenstein. Investigaciones filosóficas: la noción de nombrar

En sus Investigaciones filosóficas (1953), Ludwig Wittgenstein replantea muchas de las ideas que había desarrollado en su obra anterior, el Tractatus Logico-Philosophicus. Uno de los conceptos clave que revisa es la noción de nombrar, abordando cómo los nombres adquieren significado y cuál es su función en el lenguaje. A diferencia de la visión estructurada y rígida del Tractatus, en las Investigaciones filosóficas Wittgenstein adopta un enfoque más dinámico y contextual. Este artículo explora la noción de nombrar desde esta perspectiva, analizando su importancia dentro del marco más amplio de su filosofía del lenguaje.

En las Investigaciones filosóficas, Wittgenstein cuestiona la idea tradicional de que nombrar consiste simplemente en asignar un significado a una palabra mediante una conexión directa con un objeto. La pregunta central que guía su análisis puede formularse como ¿Qué significa “nombrar” y cómo se determina el significado de los nombres en el lenguaje humano?

Wittgenstein rechaza la idea de que los nombres son etiquetas que corresponden directamente a objetos, argumentando que esta concepción simplifica en exceso las funciones del lenguaje. Según él, el significado de un nombre no puede entenderse fuera del contexto de su uso en actividades lingüísticas, lo que lleva a su famosa noción de “juegos de lenguaje”.

En contraste con su posición en el Tractatus, donde el significado de un nombre dependía de su relación con un objeto específico, en las Investigaciones filosóficas Wittgenstein sostiene que el significado de un nombre se encuentra en su uso dentro de una forma de vida. Es decir, las palabras adquieren sentido solo cuando participan en los múltiples juegos de lenguaje que constituyen nuestras prácticas sociales.

Wittgenstein ilustra esta idea con el ejemplo de la palabra “mesa”. Nombrar un objeto como “mesa” no significa simplemente asociar el término con un objeto físico; el significado depende del contexto en el que se usa la palabra: ¿estamos describiendo una mesa, fabricando una, o catalogándola en un inventario? Así, el acto de nombrar no es una operación aislada, sino una parte integral de las interacciones humanas.

Wittgenstein critica la concepción tradicional según la cual el significado de un nombre reside únicamente en su relación con un objeto. Argumenta que esta visión no puede explicar cómo usamos las palabras en contextos reales. En las Investigaciones filosóficas, escribe:

“No pienses, sino mira.” (Wittgenstein, 1953, §66).

Esta invitación a observar cómo realmente usamos las palabras revela que el significado de un nombre no se limita a una conexión directa con un objeto, sino que depende de las reglas y prácticas en las que se inserta.

Wittgenstein introduce el concepto de juegos de lenguaje para explicar cómo el significado de las palabras surge de su uso en contextos específicos. Un juego de lenguaje puede ser cualquier actividad lingüística: describir, preguntar, ordenar, etc. Por ejemplo, el uso del término “manzana” varía si estamos enseñando a un niño, comprando en el mercado o escribiendo poesía.

Un juego de lenguaje es una actividad lingüística específica que está ligada a un contexto social o a una forma de vida particular. Wittgenstein introduce este término para enfatizar que el significado de una palabra no puede separarse de las prácticas en las que se usa. Para él, el lenguaje es como un juego porque:

  • Sigue reglas: Al igual que en un juego, el lenguaje está gobernado por reglas que determinan cómo se usan las palabras en situaciones concretas.
  • Es contextual: El significado de una palabra depende del contexto en el que se usa, al igual que las reglas de un juego dependen del propósito y las circunstancias del juego.
  • Es práctico: El lenguaje no solo describe el mundo, sino que también se utiliza para realizar acciones, como dar órdenes, hacer promesas, expresar emociones, etc.

Wittgenstein ofrece una variedad de ejemplos para ilustrar los diferentes juegos de lenguaje, como:

  • Dar órdenes y obedecerlas.
  • Describir un objeto o un evento.
  • Crear historias.
  • Hacer preguntas y responderlas.
  • Resolver problemas matemáticos.
  • Expresar sentimientos.

Cada uno de estos juegos tiene sus propias reglas y propósitos. Por ejemplo, el lenguaje utilizado en un aula para enseñar geometría sigue reglas distintas del lenguaje usado en una conversación cotidiana entre amigos. Otro ejemplo práctico de eso seria el vocabulario técnico de un ingeniero o incluso el vocabulario que puede escucharse en los pasillos del edificio de filosofía que es diferente al de los pasillos de derecho, estos serian diferentes juegos del  lenguaje independientemente de que estemos hablando el mismo idioma.

Este enfoque contextual desafía la idea de que nombrar sea un acto simple de asociación entre palabras y objetos. En cambio, Wittgenstein sostiene que los nombres adquieren significado a través de su participación en prácticas sociales más amplias.

La célebre afirmación de Wittgenstein,

 “El significado de una palabra es su uso en el lenguaje” (Wittgenstein, 1953, §43), 

encapsula su postura. Esta idea implica que para comprender qué significa un nombre, debemos examinar cómo se utiliza en diferentes contextos. Por ejemplo, la palabra “juego” no tiene un único significado universal; en cambio, su sentido depende del conjunto de prácticas en las que se emplea.

Finalmente, Wittgenstein introduce el concepto de “forma de vida” para subrayar que los juegos de lenguaje están enraizados en contextos culturales y sociales específicos. Esto significa que el acto de nombrar no es un proceso abstracto o universal, sino una actividad profundamente influida por las prácticas y hábitos de una comunidad.

Una de las citas más relevantes de las Investigaciones filosóficas respecto a la noción de nombrar es la siguiente:

“Nombrar algo es como fijar una etiqueta a una cosa. Pero fijar una etiqueta a una cosa no es todavía usar un nombre.” (Wittgenstein, 1953, §49).

Esta afirmación señala que el acto de nombrar no agota el significado de una palabra. Fijar una etiqueta es solo el primer paso; el verdadero significado surge cuando esa palabra se usa dentro de un juego de lenguaje. Por ejemplo, en un taller de carpintería, nombrar un objeto como “martillo” no solo implica reconocerlo como tal, sino también entender cómo y cuándo se usa en el contexto del trabajo.

La teoría de Wittgenstein sobre el nombrar encuentra resonancia en la obra de John R. Searle, particularmente en su análisis de los actos de habla. Searle amplía la perspectiva al examinar cómo los actos lingüísticos no solo transmiten información, sino que también realizan acciones dentro de contextos sociales.

En su texto ¿Qué es un acto de habla?, Searle argumenta que los nombres y las palabras adquieren sentido dentro de actos ilocutivos, donde el hablante realiza una acción al emitir una expresión lingüística. Según Searle:

“Hablar un lenguaje es realizar actos de acuerdo con reglas constitutivas.” (Searle, 1969, p. 39).

Esta idea complementa la noción de Wittgenstein de que el significado de las palabras está determinado por su uso en juegos de lenguaje. Ambos autores enfatizan que el lenguaje no es solo una herramienta para representar el mundo, sino también para participar en prácticas sociales que lo constituyen.

Un ejemplo práctico de esta conexión puede encontrarse en el uso del nombre “mesa”. Mientras que Wittgenstein enfatizaría que el significado de “mesa” depende del juego de lenguaje (describir, ordenar, construir), Searle destacaría cómo el acto de nombrar puede ser parte de una acción comunicativa más amplia, como una orden (“Trae la mesa aquí”).

La noción de nombrar en las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein marca un giro fundamental en su filosofía del lenguaje. Al enfatizar que el significado de un nombre no reside en su relación con un objeto aislado, sino en su uso dentro de contextos sociales y culturales, Wittgenstein ofrece una visión más rica y matizada del lenguaje humano.

Este enfoque contextual tiene implicaciones profundas para la filosofía del lenguaje y para disciplinas como la lingüística y la antropología, al destacar la importancia de las prácticas humanas en la construcción del significado. En última instancia, la teoría de Wittgenstein sobre el nombrar no solo replantea cómo entendemos el lenguaje, sino también cómo nos entendemos a nosotros mismos como seres lingüísticos.

  • Wittgenstein, L. (1953). Investigaciones filosóficas.
  • Searle, J. R. (1969). Actos de habla: Ensayos de filosofía del lenguaje.

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